Viaje al otro lado (III)

Hace ya mucho de mi última reseña sobre el viaje más increible de mi vida, sin embargo, como muchos ya sabrán, lo bueno se hace esperar

24h en la Gran Manzana quedaron ya atrás; se presentaba ante mí una nueva jornada, esta vez con un significado especial, el icono de la ciudad más importante del mundo se me presentaría en aquel soleado y frío día.

8 de la mañana, me tenía que enfrentar al primero de los examénes de mi viaje, el que decidiría mi lugar en la espectacular maraña de cemento y piedra qua más tarde desvelaré. Me senté en uno de los pupitres de la penúltima fila de una clase inclinada, ante mí una hoja repleta de preguntas cerradas, tipo test, que iban incrementando su dificultad según iban avanzando, pero que no se resistieron a la punta de mi lapiz, trabajo hecho.

100 individuos, o más, completaban las sillas de aquella estancia. Chicos, chicas, mujeres, hombres de un sinfin de procedencias: asiáticos, europeos, americanos... todos unidos, parecía mentira, cientos de personas que compartían sin saberlo una pasión, la pasión por lo desconocido.

1 del mediodía, por fin, se acabó, cerca de dos horas encerrados tras las paredes de una de las sedes de la escuela Kaplan Aspect de NY, al aire libre, aunque no puro, un sol raiante invitaba a caminar, a perderse por lo que desde ese día sería 'mi nueva ciudad', por lo menos temporalmente.

2 horas para llegar hasta el punto final de encuentro, el lugar en el que nos impartirían las clases; mientras tanto, caminar, solo andar, sin pensar a donde, no importaba, era lo de menos, todo era nuevo, todo era espectacular, todo era increible hasta que de repente: la calle más famosa del mundo, 5th Avenue, imponente, se abrió ante mi como nada lo había hecho hasta ese momento. La calle sobre la que gira gran parte del mundo. Tiendas, comercios de lujo, la esquina más cara del mundo, Versace, Dior, Prada, Disney, Zara, NBA, gente, coches, ruido, puertas giratorias, ventanales de metros cuadrados, maniquíes, la iglesia de San Patricio, monumentos, seis carriles, kilólmetros de asfalto rodeados de dinero... la 'Quinta Avenida', sin más, ante mí.

3 del mediodía, hora estipulada para ir a recoger el libro al lugar indicado, sin más, hacia allí, ya habría tiempo de volver, seguro, más de una vez. Y de nuevo, al metro, un metro antiguo el más antiguo del mundo, un medio de transporte tan rápido como agobiante, sudores, olores y más gente. Hasta la 33th, "¿Y dónde estará el sitio?", preguntaron "¡Va! Seguro que lo vemos cuando salgamos de aquí, es muy alto", contesté. Subimos las escaleras: una jungla de vidrio y ladrillos, kilómetros de edificios que se elevan hacia las nubes, ni tan siquiera la luz del sol era capaz de iluminar la calle, paredes infinitas que se pierden en el cielo, ¿y ahora? a dar vueltas, a buscar nuestro destino, nadar de nuevo, ahora buscando y sin poder encontrar, una esquina, otra, un calle; los edificios siguen sin dejar respiro a los rayos del astro rey, otra esquina, calle 32 "¡EH!, ahí está", de frente, escondido entre rascacielos, el más increible de los edificios, el 'Empire State'.









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